Sede Vimcorsa

Sala Vimcorsa

En este contexto histórico y mediterráneo, en la sala Vimcorsa se presentan las principales características y evolución del cristianismo en la ciudad de Córdoba, utilizando principalmente el registro arqueológico centrado en las primeras áreas funerarias e inscripciones. Estos hallazgos arqueológicos estarán vinculados sobre todo a la construcción de complejos eclesiásticos dentro y fuera del perímetro amurallado, como el conjunto episcopal o las iglesias martiriales suburbana. En suma, testimonios que permiten también delinear aspectos claves de la vida cultural, social, económica y política de esta época.

Localización y horarios

C/ Ángel Saavedra, 9, 14003, Córdoba.

Fechas: del 16 de diciembre 2022 al 15 de marzo 2023.
Horario de apertura previsto: de martes a domingo de 10:00 a 20:00 horas.
Días de apertura excepcional: los lunes 26/12/2022, 02/01/2023 y 27/02/2023.
Días de cierre excepcional: los domingos 25/12/2022 y 01/01/2023.

  • Sala Vimcorsa
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Sección IV

En el principio: ¿quiénes eran los primeros cristianos ? 

La historia del Cristianismo primitivo es un relato extraordinario de cómo las creencias de un pequeño grupo de personas en un rincón del poderoso Imperio Romano, llegaron a dominar el Mediterráneo y dar forma a nuestro mundo actual. 

Al principio, Jesús y sus seguidores, que luego se llamaron cristianos, eran un grupo dentro del judaísmo, la antigua religión de una nación del Cercano Oriente que quedó bajo el dominio romano como provincia de Judea en el año 6 d.C. 

En la época de Jesús, el centro de la religión era el Templo de Jerusalén. Las leyes y rituales judíos fueron definidos por los textos sagrados conocidos hoy como las Escrituras Hebreas o por los cristianos como el “Antiguo Testamento”. 

Jesús enseñó dentro de esta religión, usando el idioma local llamado arameo y enfatizando los valores de los profetas del Antiguo Testamento. Fue identificado por sus seguidores como el “mesías”, un rey y salvador cuya llegada había sido predecida por estos profetas. La palabra hebrea “mesías” fue traducida como “Christos” y Pablo, uno de sus seguidores, comenzó a enseñar estas creencias a los no judíos en griego, fuera de la provincia de Judea. A principios del siglo II, el Cristianismo se había difundido por distintas provincias del Imperio Romano, y el historiador Tácito hacia el 116 d.C. registra la existencia de “cristianos” en la propia Roma. En el siglo III, el Cristianismo se había extendido desde el este no solo a Grecia, África e Italia, sino también a Francia y España. 

Selección de obras

Sección V

Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mateo 18,20)

El lugar donde se reunían los cristianos se llamó iglesia (ecclesia) que en griego significa reunión. Podía tratarse de un edificio rectangular a veces con un ábside en uno de los extremos (un modelo ya existente en época romana denominado basílica) o de planta central. Su organización interna estaba condicionada por los tres componentes esenciales de la liturgia cristiana: estructura jerárquica, anuncio de la Palabra Divina y administración de los sacramentos, en particular el Bautismo y la Eucaristía. Los contemporáneos entendían estos edificios no solo en términos materiales sino también metafóricamente como un cuerpo vivo construido por Cristo en el que los fieles de todo el mundo eran las piedras, mientras que apóstoles y profetas constituían sus fundamentos.

Selección de obras

Sección VI

La Córdoba de Osio y Acisclo

A medida que fueron desapareciendo las instituciones públicas romanas, la Iglesia fue sustituyendo en parte a los órganos de gobierno en la supervisión de obras públicas, el aprovisionamiento de grano y de la manutención de calles y acueductos, como intermediarios entre las aristocracias y los gobernantes bárbaros. Los obispos solían jugar además un papel esencial en la gestión del culto de los santos y de sus reliquias y actuaban como intercesores entre el santo y los fieles. Su prestigio, y el de su ciudad, dependía y se incrementaba gracias a la presencia del santo, por lo que el hallazgo de nuevas reliquias están siempre estrechamente vinculadas a los obispos y tienen lugar en momentos de particular tensión. El obispo Agapio de Córdoba y el descubrimiento por su parte de las reliquias del mártir Zoilo en el siglo VII son un magnífico ejemplo de este fenómeno.